Salta

Cargnello: “La iglesia pide honestidad y prudencia para los ciudadanos que llegan a ser gobernantes”

En el marco de la Renovación del Pacto de Fe, el Arzobispo de Salta hizo referencia a la situación política del país de cara a las elecciones de octubre. “El futuro de nuestra patria está en manos y corazón de cada uno de los argentinos llamados a elegir el futuro inmediato”, aseguró.

“En un tiempo difícil de nuestra historia, marcado por la inseguridad económica y social, Salta vive una experiencia que es una ofrenda a la patria entera”, aseguró el arzobispo, Mario Cargnello, durante la Renovación del Pacto de Fe en la celebración del Milagro. 

Según explicó, “los tiempos difíciles pueden ser una ocasión para renacer”, pero depende de toda la sociedad encaminarse en ese rumbo.

“El futuro de nuestra patria está en manos y corazón de cada uno de los argentinos llamados a elegir el futuro inmediato. La iglesia pide honestidad y prudencia para los ciudadanos que llegan a ser gobernantes”, aseguró el Arzobispo, destacando además que, más allá de que los mandamientos condenen una acción como el robo, el catolicismo aboga también por el respeto hacia los demás. 

Asimismo, destacó la prudencia como una de las mayores virtudes ya que, quien haga galla de ella, actuará teniendo en cuenta a las personas y sus circunstancias. 

“Estamos llamados con urgencia a ser prudentes para decidir pensando en todos los argentinos. Nuestro interés no puede ser el interés de un grupo o sector, elegir es un acto de amor a la patria, no una reacción ni una batalla. Debemos prepararnos con seriedad para elegir, pedir al Señor que nos ilumine con su espíritu”, finalizó Cargnello.

A continuación, el mensaje completo:

Hermanos muy queridos:

Damos gracias a Dios, nuestro Padre, que nos regala también este año, el don de celebrar juntos, culminando las fiestas en honor del Señor y la Virgen del Milagro, el Pacto de Fidelidad. Se renueva la alianza entre este pueblo de Dios que se muestra unido en la fe que nace del bautismo, con Jesucristo y con su Madre, quienes están en la trama más profunda de nuestra historia y de nuestra vida.

Es una historia de amor mutuo que atraviesa la vida de nuestra querida Salta desde su fundación y que va creciendo en profundidad y en extensión. En profundidad por la marca de acontecimientos que proyectan su luz sobre este misterio de amor y en extensión porque incorpora en esta familia a tantos hermanos que desde diferentes puntos del país y más allá de sus confines, atraídos por una Presencia, descubren en las imágenes del Señor y de la Virgen la fuerza sobrenatural de Aquél que hace nuevas todas las cosas y de aquella que nos aceptó como Madre desde la Cruz y para siempre.

Permítanme compartir con todos ustedes una reflexión sobre tres momentos que, estoy persuadido, determinaron el hoy de Milagro. Estos momentos son: en su origen, los temblores; en su madurez, el pacto de fidelidad; en el hoy, los peregrinos.

l. LOS TEMBLORES

Cuando la tierra se mueve, caen todas las seguridades, se cuestionan las certezas, surgen preguntas que son profundamente humanas. No se puede pasar indiferentes una experiencia semejante. ¿Dónde encuentro la roca en la que afirmar mi vida? ¿Existe esa roca firme? ¿Qué es? ¿Quién es?

Nuestros mayores buscaron en su conciencia y su mirada se dirigió al Señor y allí encontraron a María, al pie del Sagrario, en presencia de su Hijo Jesucristo. Ellos supieron escuchar la Palabra que, a través de la moción interior del Padre Carrión les decía: “¡Saquen mi imagen! ¡Quiero caminar entre mis hermanos!” Y creyeron. Dejando ídolos que no presentan un camino sino una multitud de senderos que sólo forman un laberinto, se fiaron de Dios; se pusieron en marcha para volver al Dios vivo mediante un encuentro personal que fue madurando en la historia y orientando hasta hoy nuestra vida y nuestra sociedad. El pueblo de Salta entendió que podía fiarse únicamente de la verdadera roca que no vacila, de Dios, del Dios hecho hombre en Jesucristo. Cristo es fiable, es el Sí definitivo de todas las promesas, el fundamento último de nuestro amén a Dios. El Pueblo de Salta dijo con San Agustín: me estabilizaré y consolidaré en Ti, en tu verdad. El Pueblo de Salta reconoció al Señor como su Roca, su Luz, su Fuerza. 

Así nació la historia del Milagro, cuya culminación en este año, hoy celebramos. El Milagro es una expresión de fe y por ello es una llamada a la conversión. “Creer significa confiarse a un amor misericordioso, que siempre acoge y perdona, que sostiene y orienta la existencia, que se manifiesta poderoso en su capacidad de enderezar lo torcido de nuestra historia. La fe consiste en la disposición para dejarse transformar una y otra vez por la llamada de Dios”.

II. ELPACTO

En el año 1.845,_ reconociendo la protección del Señor en los muy fuertes temblores acontecidos el anterior año, las autoridades y el pueblo decidieron establecer con Él un pacto. El pacto o alianza está en el corazón de la Palabra de Dios escrita en la Sagrada Escritura. Atraviesa la historia de la salvación.

Desde la creación misma Dios se manifestó personalmente a nuestros primeros padres y los invitó a una comunión íntima con Él. Bendijo a los seres vivos, especialmente al hombre y a la mujer. Cuando la unidad del género humano queda rota por el pecado, Dios decide salvar a la humanidad. Por eso establecerá una alianza con Noé después del diluvio bendiciendo todo lo creado y a partir de Abraham su bendición penetra la historia humana haciéndola volver a la vida. La alianza se renovará con Moisés dando origen al Pueblo del Antiguo Testamento y culminará en el Señor Jesús, quien la ha de sellar definitivamente entregando su vida al Padre por todos nosotros y resucitando de entre los muertos para darnos vida nueva, la vida que no se acaba, la vida plena que nos humaniza y nos hace hijos de Dios. Allí nace la Iglesia, allí se nutre la fe de la Iglesia. En la muerte de Jesucristo fuimos bautizados y resucitamos para vivir una vida nueva, la vida que no muere. Desde allí queremos leer el mensaje de Jesucristo para nosotros hoy. Con la misma fe de nuestros mayores, enriquecida por tantas experiencias de la fidelidad de Dios, nuestra Roca firme y fuente de agua  viva.

Año tras año, en este día, renovamos nuestro pacto con el Señor: “Tú eres nuestro, nosotros somos tuyos”. Es un acto que nos renueva, nos impulsa hacia adelante para caminar juntos como Iglesia y como pueblo. Es un momento que madura nuestra existencia y nos compromete como hermanos. ¿Por qué? ¿Qué es un pacto?

En primer lugar, el pacto es un don, un regalo. El pacto o alianza constituye el punto de  partida del pensamiento religioso de Israel. Dios quiere constituir un pueblo fundado en la libertad. Dios quiere un pueblo de hombres libres, liberados de la esclavitud. El decide otorgar su alianza y le propone sus condiciones. Él habla e Israel responde con su fe. En el camino Israel va descubriendo que la alianza ofrecida por Dios es un asunto de amor y que su respuesta de obediencia a Dios es, también, una cuestión de amor. Por ello la alianza se ubica en el corazón, sede de las decisiones humanas, sede del amor, en el corazón de Dios y en el corazón del pueblo y de cada uno de los hombres.  Esto se hace definitivo en Jesucristo. En la Cruz, el Señor entregará su vida por nosotros   llevando su amor ‘hasta el extremo y en su humanidad se dará todo al Padre para sellar ese vínculo definitivamente. Nada ni nadie lo podrá romper. Por eso el creyente puede decir “Tú eres nuestro y nosotros somos tuyos”. Así lo entendieron nuestros mayores en la celebración del primer pacto de fidelidad, así lo vivimos cada año. Reconocemos en la historia la cercanía del Señor del Milagro y de su Madre en la vida de cada uno de nosotros, de nuestras familias y sabemos que esa cercanía cura, perdona, dignifica, une.

Cada Fiesta del Milagro es una celebración del amor fiel de Dios que nos lleva a proclamarlo y explotar en el Pacto. Él es fiel, Él ilumina nuestra vida y nuestro futuro. Con él  podemos caminar seguros. Que la luz de la fe ilumine la vida de nuestras familias, santuarios del amor, del perdón y de la vida; que ilumine nuestras relaciones sociales y nos haga descubrir que es nuestro Padre   Dios el fundamento de la verdadera fraternidad. “El amor inagotable del Padre se nos comunica en Jesús, también mediante la presencia del hermano. La fe nos enseña que cada hombre es  una bendición para mí, que la luz del rostro de Dios me ilumina a través del rostro del hermano”.

En segundo lugar, el pacto es un don que crea y sostiene un pueblo.  El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que “Dios constituyó a Israel sacándolo de la esclavitud de Egipto. Estableció con él la alianza del Sinaí y le dio por medio de Moisés su Ley para que lo reconociese y le sirviera como al único Dios vivo y verdadero”.

Israel nació de ese pacto de amor y aprendió a vivir y a descubrirse a la luz de este pacto.  En Jesucristo ese pacto se ofrece a todos los pueblos de la tierra. En su origen, el Pacto del Señor con el pueblo de Salta tiene el mismo sabor: Por eso afirmamos: “Juramos … tenerte siempre   por Padre, Abogado y Patrono, y reconocer tu soberanía sobre todos los pueblos, y  especialmente sobre el nuestro. Confesamos que eres el camino, la verdad y la vida, así de los  individuos como de las familias, pueblos y naciones, y que lejos de Ti y de los esplendores de tu Cruz sólo se encuentran engaños y amarguras”.

Hoy, como cada 15 de septiembre, estamos llamados a leer nuestro presente a la luz del  Pacto que celebramos con el Señor. ¿Qué lugar ocupa el proyecto de Dios sobre la humanidad en nuestras decisiones?   En tercer lugar, el pacto suscita y alimenta un compromiso. Israel respondió al Señor. Y cuando no lo hizo la misma historia le mostró que había elegido el camino equivocado. También nosotros estamos llamados a dejarnos conducir por la Palabra del Señor que conoce el corazón  del hombre y que, por ello es el Señor de la Historia humana. Seguir el Evangelio en la historia de nuestros pueblos, en el hoy de nuestra Salta y de nuestra patria se traduce en cultivar los vínculos ciudadanos que contribuyan a la justicia y a la fraternidad. Tenemos que emprender la  tarea de salir de nosotros mismos. Sólo intentando ayudar al hermano a ser feliz seremos felices.  El amor nos pone en tensión hacia la comunión con todos los hombres, reclama una creciente apertura y nos impulsa a vencer toda discriminación. Nos impulsa a tender puentes, a curar heridas, a cultivar la fraternidad y buscar siempre la paz. Nos exige cargar a los hermanos como el Señor Jesús, que es el Buen Samaritano. Esto se traduce por un compromiso serio y sostenido por la vida, la salud, la educación, la seguridad del otro.  Los cristianos sabemos que en la Eucaristía encontramos la fuente, el alimento y el sostén para vivir en amor que es capaz de dar la vida. Jesucristo, al hacerse pan, se hace sangre de nuestra sangre para hacernos capaces de entregarla en el día a día de nuestra existencia.

Cultivemos el bien, promovamos la solidaridad, ayudemos a los que nos necesitan.

III. LOS PEREGRINOS

La fuerza de los peregrinos que llegan al Milagro impulsados por su fe y venciendo con fortaleza todo tipo de inclemencias crea en el ambiente social de nuestra Salta un clima de fraternidad que deseamos sea transformador de los vínculos sociales. El frío intenso, el viento inclemente, el cansancio, no son obstáculos. Todo se vence cuando es el amor el que mueve. Cómo no agradecerles a ustedes, queridos hermanos peregrinos, su testimonio! Y, a la par, la caridad solícita de los samaritanos de los peregrinos, hombres y mujeres, jóvenes y niños de Salta que quieren ofrecerles su bienvenida con lo que tienen y pueden. iA todos, infinitas gracias! Son un signo de la vida, de la humanidad que camina y busca la fraternidad y que sabe que la encuentra en el Señor Jesucristo y en su Madre.

En un tiempo difícil de nuestra historia, marcado por la inseguridad económica y social, Salta vive una experiencia que es una ofrenda a la Patria entera. Ustedes, querida comunidad cristiana que muestran el mejor rostro de la Iglesia, nos dicen que es posible mejorar cuando es el amor el que mueve nuestras vidas. Como decía el poeta latino: “Omnia vincit amor”, “El amor todo lo vence”4 . Los tiempos difíciles pueden ser una ocasión para renacer. Depende de nosotros. Sucede en la vida personal y también en la historia de los pueblos.

Hermanos queridos: Hoy el futuro de nuestra patria está en las manos y en el corazón de cada uno de los argentinos llamados a elegir el futuro inmediato. La madre Iglesia, cuando reza por la Nación pide honestidad para los ciudadanos y para los ciudadanos que llegan a ser gobernantes, pide también prudencia.

La honestidad comporta no mentir, no engañar, no robar, no hacer trampas; y es más que eso, implica mostrar respeto hacia los demás y tener integridad y conciencia de sí mismo. Si los ciudadanos obramos así, construiremos un mundo mejor. La prudencia es la virtud del obrar bien aquí y ahora. Conoce la realidad y actúa
teniendo en cuenta a las personas y sus circunstancias. Sabe adelantarse a los acontecimientos escuchando y discerniendo que es bueno en este momento para los demás. En esta hora estamos llamados, con especial urgencia, a ser prudentes para decidir pensando en el bien de todos los argentinos de hoy y del futuro. Nuestro objetivo no puede ser el interés de un grupo o sector. Elegir es un acto de amor a la Patria, no una reacción ni una batalla sino un acto de amor. Por eso debemos tener en cuenta la enseñanza de Jesús que lloró a la vista de Jerusalén, ciudad que rechazaba la verdad de su amor misericordioso. Esto se traduce en prepararnos con seriedad para elegir. Pedir al Señor de la historia que nos ilumine con su Espíritu para que podamos actuar desde lo profundo del corazón entregando un gesto de amor. El Señor del Milagro no aparta su amor. Respondamos con ese amor a los hermanos que habitamos este suelo patrio.

Queridos hermanos todos: Se anuncia la primavera. El Milagro nos prepara para volver a nacer. Que la ternura de María nos una a cada familia, a cada pueblo, a la Patria entera y la fidelidad del Señor nos comprometa en la desafiante tarea de ser constructores de la Civilización del Amor. Amén. 

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