Todos lo conocemos: amarillo, pequeño, suave y simpático. ¿Así fue siempre?
El patito de goma o hule cuenta con una iconicidad peculiar y un espacio reservado en nuestra consciencia colectiva que pocos otros juguetes en la historia han logrado adquirir.
Lo relacionamos con la infancia y, sobre todo, con los baños de inmersión; podemos imaginárnoslo flotando entre agua y espuma buscando animar la hora de limpiarse. A principios de este año, incluso, los veíamos en todos lados por la calle ― ya no como un juguete, claro, sino como un accesorio para la cabeza―.
Sus funciones a lo largo del tiempo fueron varias, aunque el patito de goma siempre fue prácticamente el mismo.
¿Qué es un patito de goma?
Se trata de un juguete con forma de pato, normalmente de color amarillo y con base plana. Puede estar hecho de caucho o de un material similar, como el vinilo.
Se dice que el patito de goma ayuda a mejorar las habilidades de desarrollo de los niños mientras juegan con agua; fomentan en los más chicos, entre otras cosas:
- La interacción.
- La exploración.
- La motricidad fina.
- La creatividad.
- La coordinación ojo-mano.
Con el paso de los años, el diseño del patito de goma fue evolucionando con versiones temáticas y personalizadas, pero su esencia como símbolo de la infancia, el juego y la diversión se mantiene.
Dos siglos del pato de hule
La historia del patito de goma está ligada a un fenómeno industrial particular: la aparición de la fabricación de caucho a fines del siglo XIX. Los primeros ejemplares del juguete se fabricaban con un material mucho más duro del que conocemos hoy, ya que fueron contemporáneos al caucho vulcanizado, invento de Charles Goodyear.
Fuente: billiken