Un estudio reciente predice el primer mes de septiembre sin hielo en el Ártico antes de 2050.
El cambio climático es una realidad triste a la que, queramos o no, tendremos que acostumbrarnos todos. Mientras algunos sectores de la sociedad aún niegan que exista o su origen antropogénico, otros muchos tratan de retrasar al máximo las medidas, asumiendo que la crisis climática no es tan crítica como los datos científicos indican. Sin embargo, las predicciones obtenidas por el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático son cada vez más alarmantes.
El lenguaje tibio calienta el planeta
Las pruebas científicas sobre el cambio climático antropogénico están ampliamente asentadas, pero ya en 2019, un grupo de investigación liderado por Salvador Herrado-Pérez, del Museo Nacional de Ciencias Nacionales del CSIC (España), en una publicación en la revista científica BioScience, alertaba de que la comunicación al público estaba siendo un desafío.
El IPCC expone sus resultados clasificándolos en distintos escenarios, a través de intervalos de confianza y en términos de probabilidad. Aunque estos resultados son muy útiles desde el punto de vista científico, para los investigadores, el lenguaje probabilístico empleado por el IPCC es demasiado conservador en sus calibraciones y resulta tibio para el público, que percibe las certezas como inseguridades, y ralentiza, al final, la acción.
Pero eso no es lo peor. A medida que el tiempo avanza y las proyecciones a futuro se pueden comprobar empíricamente, los escenarios probabilísticos posibles se van corrigiendo y acotando. En cada nuevo informe del IPCC los escenarios más optimistas se van descartando como irrealizables, mientras se abren camino nuevos escenarios más catastróficos. Y en ocasiones, no es necesario aguardar al siguiente informe para comprobar que el IPCC es conservador, no solo en sus calibraciones, sino también en sus predicciones.
El hielo del Ártico como indicador
Entre los muchos indicadores que se consideran de elevada relevancia para el estudio del cambio climático y su avance, el hielo del Ártico tiene ciertas particularidades. A diferencia de la Antártida, con temperaturas mucho más frías y hielos más permanentes, las temperaturas del Ártico son más elevadas y el hielo se renueva con mayor frecuencia, debido principalmente a la ausencia de masa continental en la mayor parte de su superficie; mientras que la Antártida tiene un extenso continente, los hielos del Ártico flotan en un océano de agua líquida.
Los hielos del Océano Ártico fluctúan año a año. Desde la primavera y a lo largo del verano, el hielo se va derritiendo, reduce su volumen y su extensión, para volver a crecer a partir de la entrada del otoño, y durante el invierno. Esta fluctuación cíclica tiene dos momentos clave, en los que cambia la tendencia: el equinoccio de primavera, a finales de marzo, cuando el hielo alcanza su máxima extensión y comienza a decrecer, y el de otoño, a finales de septiembre, cuando se sitúa en los valores mínimos anuales.
En este sentido, y en un escenario de cambio climático como el que estamos sufriendo, es solo cuestión de tiempo que llegue un mes de septiembre en que el Ártico se quede sin hielo —aunque, a partir de otoño, recupere una parte—. Este primer ‘septiembre sin hielo’ será un momento clave y un punto de quiebre en el avance del cambio climático, y cuanto más tarde llegue, mejor.
El septiembre sin hielo se acerca
En el sexto informe de evaluación del IPCC se evaluó una proyección en torno al hielo del Ártico. En él se refleja que, en un escenario ideal —hoy inalcanzable— de calentamiento global estabilizado en 1,5 °C, hay una probabilidad del 1 % de un septiembre libre de hielo antes de terminar el siglo. Esa probabilidad aumentaría hasta un 35 % si se considera un aumento de 2 °C. En escenarios de emisiones mantenidas en niveles entre intermedios y altos, se predice el primer septiembre sin hielo en el Océano Ártico en las últimas dos décadas de siglo.
Pero recientes investigaciones parecen indicar que esta previsión, de nuevo, es demasiado optimista. Un estudio publicado recientemente en la revista científica Nature Communications ha hallado que la contribución de los gases de efecto invernadero al deshielo del Ártico atribuída por el IPCC está subestimada. Los investigadores, liderados por la doctora Elizaveta Malinina, del Centro de Modelización y Análisis Climático en Victoria, Canadá, ha corregido la predicción, escalando la respuesta del hielo marino a los gases de efecto invernadero en un modelo de mayor coincidencia con la tendencia observada.
En el estudio han analizado la variación en el hielo del Ártico durante los diferentes meses desde 1979, y han observado una reducción paulatina y agravada de la extensión de hielo marino, año tras año, y durante todos los meses del año. Por supuesto, tal y como se esperaba, el efecto es máximo en el mes de septiembre. Las proyecciones se han realizado teniendo en cuenta cuatro escenarios posibles siguiendo la nomenclatura del sexto informe del IPCC:
- SSP1-2.6: escenario de bajas emisiones, donde se alcanzan las cero emisiones en 2075, que predice un aumento de temperatura de 1,7 °C para mediados de siglo y 1,8 °C para 2100
- SSP2-4.5: escenario de emisiones intermedias, que asume unas emisiones estables hasta 2050 y que predice un aumento de temperatura de 2 °C para mediados de siglo y 2,7 °C para 2100. Este escenario es considerado por algunos como el más probable.
- SSP3-7.0: escenario de altas emisiones, donde se alcanza el doble de emisiones actuales en el año 2100, que predice un aumento de temperatura de 2,1 °C para mediados de siglo y 3,6 °C para 2100
- SSP5-8,5: escenario de altas emisiones, donde se triplican antes de 2075, que predice un aumento de temperatura de 2,4 °C para mediados de siglo y 4,4 °C para 2100.
El escenario más optimista contempla que el primer septiembre sin hielo en el Ártico se alcanzará en torno al año 2050. El resto de escenarios son más preocupantes: en todos ellos se alcanzará un septiembre sin hielo en la década de 2040. Para los escenarios con emisiones intermedias o altas, le seguirá un agosto sin hielo antes de 2060, y un octubre sin hielo cerca de 2070. En el peor de los escenarios, el agosto sin hielo llegará antes de 2050, octubre estará descongelado antes de 2060, y en torno al año 2065, julio tampoco tendrá hielo en el Ártico.
La situación es realmente preocupante: estos datos predicen que el Ártico podrá tener períodos de deshielo completo en los próximos 30 años, independientemente del escenario climático en el que nos encontremos. Sin duda, es un llamamiento urgente a la acción conjunta de los gobiernos y las grandes empresas. La emergencia climática es real, y puede tener consecuencias más graves de las previstas.
Fuente: muyinteresante.com