Camila Pueyo nos enseña cómo convertir una problemática mundial en una oportunidad creativa.
La industria de la moda impone un ritmo de producción en masa. Las prendas entran y salen de tendencia rápidamente, al mismo tiempo que entran y salen de los armarios de las personas, que se apuran para consumirlas y desecharlas cuando “ya no sirven más”. Camila Pueyo, una santafesina de 29 años radicada en España, busca cambiar esta perspectiva. Con su habilidad para transformar telas usadas en prendas nuevas, nos muestra que la moda y la sustentabilidad pueden ir de la mano.
Se definió como hija de artistas: con una madre diseñadora y un padre pintor, el fruto no cae muy lejos del árbol. Al retrotraerse a sus inicios, Pueyo recordó que aprendió a coser sola con una máquina que había en su casa, porque su madre no tenía tiempo de enseñarle. “Al final es sentarte y coser. No me tenía que enseñar nada, no era tan difícil”, admitió.
Comentó a Nosotros que su pasión se despertó en los últimos años del colegio secundario. “Me hacía unas remeras y yo las pintaba tie-dye y las vendía, típico. Para irme de vacaciones con mis amigas, para juntar unos mangos”, rememoró.
Sin embargo, a la hora de elegir una carrera para su futuro, no siguió el rubro de la moda, tuvo la intención, pero desistió. Siguió el consejo de su madre y se formó en Ciencias Económicas. “Mi trabajo de oficina me encanta, o sea, me encanta mi trabajo de contadora, es rarísimo”, declaró entre risas. “Me encantaría vivir de la moda, pero no, hoy en día todavía no puedo. Menos mal que le hice caso a mi mamá”, reflexionó Pueyo.
Sin embargo, mudarse a España marcó un antes y un después en su vida. Encerrada en la rutina diaria, la diseñadora buscó un escape en el arte. “Necesitaba un hobby para los fines de semana”, relató. “Estoy toda la semana trabajando. Y el fin de semana necesitaba hacer algo para mí, y no estar todo el día limpiando y poniendo un lavarropas”. Así, tomó la decisión de adquirir una máquina de coser para empezar a trabajar en sus propios diseños.
El arte del upcycling
Pueyo le da nueva vida a prendas usadas para crear un producto innovador y mejorado, aplicando la técnica upcycling. La diseñadora diferenció esta práctica del reciclaje, que comprende transformar los materiales mediante un proceso químico. “En cambio, el upcycling es como más casero, se mantiene el material y se mejora”, explicó.
El objetivo de Camila es crear prendas únicas. Considera que el fast fashion -ropa producida en grandes volúmenes, de mala calidad a un precio económico- hace que “todas tengamos lo mismo puesto, que estemos todas vestidas iguales”.
La “moda rápida” impone el consumo y descarte de prendas al ritmo de las tendencias. Además, la baja calidad de los textiles también conduce a una corta vida de la vestimenta, lo que hace que se termine desechando: “Me parece muy heavy, que te pongas tres veces una prenda y ya tenga pelotitas, como que lo barato sale caro al final”, acotó.
Amante de la moda vintage, buscó crear diseños nuevos a partir de telas usadas. Con su emprendimiento, le da una nueva vida a prendas en buen estado que ya no se lucen por no estar a la moda: “Me parece importante encontrarle otra vuelta para poder usarla, para no desperdiciarla. Para no generar ese desecho que es lo que más contamina”, explicó.
Para ello, necesitó la colaboración de los armarios de su familia, y también sus amigas: “Tengo las prendas que me traje de Argentina que eran de mi tía, de mis abuelas, o mis amigas. El vestido de mi casamiento lo tengo ahí, para hacer algo, guardado”, comentó a Nosotros.
La conciencia se contagia
La diseñadora admitió que la mayor parte de su vida no estuvo relacionada con la problemática ambiental. Sin embargo, su estadía en España la llevó a ver el problema de la producción y consumo en masa: “Me metí muy en el mundo del capitalismo. Europa en sí es muy capitalista, y es todo muy masivo, muy consumismo”.
“Yo creo que lo más importante en este momento es generar conciencia, y que la gente empiece a darse cuenta que que tiene que consumir conscientemente”, afirmó Pueyo. Para lograrlo, recomendó no guiarse por las últimas tendencias, sino optar por básicos, de buena calidad y textiles amigables con el medio ambiente. “A lo mejor no dejas de consumir fast fashion, pero consumís prendas de 100% algodón, o 100% lino o que son textiles amigables”, sugirió.
Camila Pueyo es fiel creyente de que la conciencia se contagia. “Cada acción individual suma. Si yo como individuo separo la basura y consumo ropa conscientemente, voy contagiando eso. Y le vas enseñando a tus amigos y a tu familia”, explicó.
Autogestión como lema
Camila Pueyo es una marca naciente, hecha a pulmón. Su taller se compone de una máquina de coser en su departamento, y los materiales son prendas donadas que pertenecieron a sus seres queridos.
Ella es la artista, pero tiene un equipo de gente que la ayuda con ganas. Una amiga en España que le saca fotos, su grupo en Argentina que hace un “estudio de mercado gratuito” al responder encuestas vía Whatsapp, y su marido, que “está al pie del cañón total”.
Por ahora, solo vende en Madrid, a gente que conoce. Sin embargo, no descartó empezar a hacer envíos a toda España y Europa. “Si surge que alguien me encarga una prenda desde Bélgica, se la mando. La verdad que es bastante simple el tema de los envíos acá”, afirmó.
Pero no hay como la tierra natal. Camila Pueyo aseguró que también tiene la intención de insertase en el mercado argentino. “Yo creo que en Argentina hay un buen mercado para vender ropa, porque también es difícil conseguir prendas de diseño, de buena calidad, ecológicas”, y las que sí merecen la pena “salen números que no tiene sentido, o sea, más que un sueldo, ridículo”, explicó.
Así, aseguró que en enero del próximo año visitará nuestro país y aprovechará para traer una cápsula de ropa: “Voy a llevar algo de prendas, voy a intentar hacer algo para vender, para que la gente me conozca”, proyectó.
Camila Pueyo fusiona su interés por el diseño y la conciencia ambiental. Con el desafío de reducir el desperdicio textil, crea prendas únicas mientras nos invita a cuestionar nuestra forma de consumir. Su marca autogestiva es un ejemplo de cómo las pequeñas acciones colaboran a generar un impacto positivo en el planeta.
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